Casi en el mismo estado primitivo y oculto en que lo dejó el mariscal
Robledo, permaneció el Parque Arví olvidado durante cerca de 450 años.
Tanto la urbanización avasallante del Valle de Aburrá como la de
Rionegro, milagrosamente pasaron por sus lados sin romper su encanto y
sin estropearlo. Y ahora, también milagrosamente, se abre al público
después de un apacible letargo de cuatro siglos y medio de intacta
conservación.
Su inmensidad evitó que se produjese una conurbación entre los valles de Aburrá y Rionegro.
También sirve el parque para controlar las expansiones urbanas desordenadas, especialmente hacia zonas inestables.
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